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domingo 8 mayo, 2022

El actor Robin Williams incluía una cláusula en sus contratos que confirma que su empatía no tenía límites

Robin Williams, cuya muerte por suicidio a los 63 años todavía resuena en el recuerdo del mundo, utilizó su fama y éxito para marcar la diferencia en la vida del prójimo siempre que pudo.

Redacción.- Si hacer reír a varias generaciones a través de sus películas no fuera suficiente para explicar el recuerdo especial, adornado de cariño y añoranza, que mantiene la memoria popular sobre la figura de Robin Williams, resulta que hay más motivos que lo justifican.

“Mi trabajo real es ayudar a la gente” le dijo en una ocasión a un paciente de cáncer llamado David Buist, a quien el actor llamaba con frecuencia para darle ánimos durante el año que duró su tratamiento (CNN).

Una frase solidaria que define en pocas palabras una de las labores ejemplares que Williams hizo en pleno corazón de Hollywood, sin pedir reconocimiento alguno.

El intérprete de Jumanji y Sra. Doubtfire siempre fue una figura caritativa y solidaria, sin embargo, supo aplicar su misión personal dentro de la propia industria exigiéndolo por contrato.

Robin Williams, cuya muerte por suicidio a los 63 años todavía resuena en el recuerdo del mundo, utilizó su fama y éxito para marcar la diferencia en la vida del prójimo siempre que pudo.

Y un claro ejemplo de ello es que demandaba a los estudios una cláusula que exigía contratar y dar trabajo a un número de personas sin techo en sus películas.

Así lo desveló un agente de eventos llamado Brian Lord hace unos años, contando al mundo la exigencia que tenía Robin Williams en sus contratos (vía Joe).

Aparentemente, Lord se encontraba negociando la contratación del actor para un evento, cuando se topó con dicha cláusula en el contrato que le hicieron llegar.

“Tenía un requerimiento que, por cada evento o película que hacía, la compañía que lo contrataba también tenía que contratar a un número de personas sin techo y ponerlos a trabajar” explicó el agente.

“Nunca volví a ver una película de Robin Williams de la misma manera después de eso”. Y admito que yo tampoco.

Robin Williams, cuya muerte por suicidio a los 63 años todavía resuena en el recuerdo del mundo, utilizó su fama y éxito para marcar la diferencia en la vida del prójimo siempre que pudo.

Y un claro ejemplo de ello es que demandaba a los estudios una cláusula que exigía contratar y dar trabajo a un número de personas sin techo en sus películas.

Así lo desveló un agente de eventos llamado Brian Lord hace unos años, contando al mundo la exigencia que tenía Robin Williams en sus contratos (vía Joe).

Aparentemente, Lord se encontraba negociando la contratación del actor para un evento, cuando se topó con dicha cláusula en el contrato que le hicieron llegar.

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“Tenía un requerimiento que, por cada evento o película que hacía, la compañía que lo contrataba también tenía que contratar a un número de personas sin techo y ponerlos a trabajar” explicó el agente.

“Nunca volví a ver una película de Robin Williams de la misma manera después de eso”. Y admito que yo tampoco.

“Estoy seguro de que en su tiempo libre y con su propio dinero, estaba trabajando con estas personas necesitadas, pero también decidió usar su influencia como animador para asegurarse de que las productoras y los planificadores de eventos también aprendieran el valor de darle a la gente la oportunidad de volver a trabajar" añadió Brian Lord en su momento (vía Lad Bible).

Ayudar a las personas sin techo era una de sus misiones en vida, llegando incluso a dar testimonio en el Senado pidiendo ayuda al gobierno estadounidense junto a Whoopi Goldberg.

Fue en 1990, cuando el actor recurrió a su sentido del humor y facilidad para recrear voces, y pedir a los senadores que encontraran la manera de buscar un punto intermedio, entre el presupuesto y el deseo de ayudar, para encontrar juntos una solución.

Su propia hija Zelda confirmó la pasión de su padre de ayudar a personas sin techo en Twitter. En 2020 la joven donó $69,69 a todos los refugios que pudo en honor al que hubiera sido el 69 cumpleaños de Robin.

Lo publicó en la misma red social y pidió que aquellos que pudieran hicieran lo mismo en honor a su padre. Según escribió poco después, varios refugios le habían escrito para agradecerle la petición pública, dado que su tuit había contagiado la solidaridad de muchos.

"No puedo expresarles lo profundamente que esto habría conmovido a papá", escribió. "Él amaba a las personas sin hogar, pasó gran parte de su vida tratando de ayudarlos, de animarlos, de que fueran tratados con dignidad en lugar de desdén. Gracias por hacerlo en su nombre. Gracias por mantener viva su bondad".

Lo cierto es que, más allá de la persona que supo robarnos una sonrisa con sus personajes, bromas, ocurrencias y esa simpatía natural que traspasaba la pantalla, Williams utilizó su fama para hacer el bien siempre que pudo.

Durante más de 12 años hizo reír a las tropas estadounidenses, viajando hasta donde se encontraban soldados en zonas de conflicto, escuchándolos, hablando con ellos sobre su recuperación a través de AA a raíz del alcoholismo que padeció durante varios años, y montando su propio espectáculo para hacerlos olvidar de la misión por un rato.

“Su generosidad de espíritu era tan ilimitada como su comedia” dijo el comediante Lewis Black que también solía hacer los mismos viajes visitando a los soldados (vía The Hunger Site).

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Podríamos decir que Robin Williams fue un médico experto en curar con la sonrisa. Y no solo por su trabajo en Patch Adams, la película sobre el estudiante de medicina que repartía alegría a niños enfermos, sino porque también lo hizo en la vida real.

Desde los largometrajes que nos siguen acompañando y sacando una sonrisa las veces que haga falta, a la influencia que tuvo en todos los que llegó a ayudar en vida.

Porque además de las personas sin techo con las que compartió su éxito o las tropas que alegró en momentos determinados, él también fue un Patch Adams particular.

Existen muchas historias sobre pacientes y personas a las que ayudó y acompañó en sus batallas personales.

Como la pequeña Jessica, una niña de 13 años, fan de Sra. Doubtfire, que padecía un tumor cerebral y cuyo deseo era conocer al actor.

Sus padres hicieron la petición a través de la fundación Make a Wish y como la pequeña no podía viajar debido a la fragilidad de su estado, Williams alquiló un avión privado y fue a verla. “Le debe haber costado unos $30.000 o $40.000” dijo su padre Mark Cole a CNN.

Williams pasó el día con ella, imitando al personaje de la película, jugando a las cartas y viendo televisión en su compañía.

“Fue lo más emotivo que vi en mi vida” dijo su padre al ver a su hija feliz ese día. Jessica murió dos semanas más tarde.

Según una pediatra llamada Carrie Chen, el actor solía visitar a los niños internados en el Hospital General de San Francisco cada día de Navidad. “Nadie lo sabía, tan solo venía” dijo a USA Today en 2014.

Ella misma fue testigo en la Navidad de 1998 cuando el actor llegó con bolsas llenas de un nuevo videojuego de Nintendo.

“Creo que realmente quería hacer el bien. No le importaba la publicidad. Nadie sabía que estaba ahí, simplemente entraba. Quería venir y darle a esos niños un regalo de Navidad”.

Además, el actor también colaboraba con el hospital infantil de St. Jude de Memphis, prestándose gratis a protagonizar los comerciales y campañas de la organización durante una década.

Formó parte de la junta de la fundación de su amigo Christopher Reeve dedicada a buscar soluciones para la parálisis provocada por lesiones de la médula espinal, mientras que tambien fundó su propia organización benéfica, The Windfall Foundation, con la que organizaba diferentes eventos filantrópicos para recaudar dinero para organizaciones de beneficencia.

En resumen, no me cabe duda, que todo esto refleja que la empatía de Robin Williams no tuvo límites.

 

Por La Redacción
Fuente: Valeria Martínez
Cine 54