¿Crees que con la vacuna acabaremos con el coronavirus? Piénsalo de nuevo

Redacción.- En estos momentos existen ya más de un centenar de proyectos de vacuna desarrollados por diferentes países, instituciones y empresas farmacéuticas. Algunas se encuentran ya en fases muy avanzadas e incluso tres de ellas ofrecen resultados muy notables en las diversas etapas de ensayos clínicos con seres humanos. La vacuna de CansSino Biologics en China, el proyecto ChAdOx1 de la Universidad de Oxford en Reino Unido, o la candidata de la compañía Moderna de Estados Unidos se sitúan como firmes propuestas para hacer frente al coronavirus.

Los rápidos avances, los resultados prometedores y la gran cantidad de opciones que los investigadores de todo el mundo están mostrando, han extendido la falsa sensación de que, una vez que tengamos una vacuna, toda esta pesadilla habrá acabado.

Conforme han ido pasando estos duros meses, también se ha ido formando la idea general de que la vacuna será la solución definitiva, de que todo debemos aguantar y soportar estas estrictas medidas de seguridad e higiene, hasta que la ciencia brinde el remedio, casi milagroso, que nos devuelva a la vida normal… y sin embargo, es una idea equivocada, permítanme que les cuente una breve historia.

El sarampión es una enfermedad de origen vírico que ha asolado incontables vidas desde hace miles de años.

Cada cierto tiempo, dos o tres años, aparecía un fuerte brote que afectaba a millones, y hubo un tiempo donde el sarampión, como otras tantas enfermedades, era tan inevitable que se decía que “había que pasarlo”. Sin embargo, en 1963, se introdujo la primera vacuna contra el sarampión que, en los años siguientes, se mejoró y extendió hasta convertirse en uno de los más grandes avances de la humanidad.

Por fin contábamos con una vacuna que además es increíblemente eficaz. Con una sola dosis, administrada a niños de nueve meses, se consigue que el 85% de ellos adquieran inmunidad, y si además se administra una segunda dosis (la denominada de recuerdo), la eficacia de esta vacuna alcanza el 95%. Es una de las vacunas más maravillosas que la ciencia ha desarrollado, es accesible, barata y efectiva… la conseguimos hace ya más de 50 años pero, déjenme preguntarles, ¿se ha acabado el sarampión en el mundo?

El ejemplo de la vacuna del sarampión es, solamente, un recordatorio de que existen docenas de factores a tener en cuenta y que, a buen seguro ralentizarán y alargarán, el objetivo de mantener bajo control el coronavirus.

El primero de ellos es, evidentemente, el factor humano. Actualmente millones de personas, incluyendo destacados personajes de la política, se niegan a ponerse una simple mascarilla. Ya sea por falta de cultura científica, por mal uso de la información, por cabezonería, por creer en conspiraciones, por fake news, o por pertenecer a grupos postmodernistas antivacunas, se van a posicionar en contra de la vacuna, impidiendo conseguir la inmunidad de grupo que necesitamos. Amparados en diferentes libertades y derechos, es más que seguro que muchas personas obstaculicen los grandes beneficios que podríamos obtener de una futura vacuna.

Otro factor importante será la propia vacuna. Los resultados son prometedores, pero ni siquiera hoy podemos asegurar con total seguridad que finalmente logremos una vacuna, y por supuesto aún no sabemos qué eficacia ofrecerá, o si serán necesarias varias dosis o, al igual que la gripe, tendrá que modificarse cada estación… a todas estas dudas, se suma también los problemas de logística y distribución: cuándo estará disponible para todo el mundo. Es fácil adivinar que los países más favorecidos y ricos la obtendrán con más rapidez y que las regiones más pobres o más aisladas tardarán más en conseguirla.

Debemos tener claro que no estamos ante un rápido sprint de solo unos meses sino ante un maratón que, con toda seguridad, durará años o décadas. En la actualidad, además del citado sarampión, contamos con vacunas para la difteria, para la poliomielitis, para el tétanos, para la tosferina, para la gripe, para las paperas, para la hepatitis A, y para otra docena de enfermedades que siguen ahí y que no han desaparecido.
Pero también hay buenas noticias.

La historia del sarampión tiene su contrapunto con la temible viruela, la primera dolencia en la historia que la ciencia ha conseguido declarar como “enfermedad erradicada”. Somos testigos vivos de que es posible acabar con una enfermedad, o al menos reducir tanto su transmisión y conseguir una inmunidad tan alta que sea irrelevante para el ser humano.

¿Más buenas noticias? Sí.

Además de los cientos de proyectos de vacuna, en la actualidad también contamos con más de 2700 proyectos para encontrar un tratamiento eficaz y seguro que reduzca la letalidad de la Covid19. Quizá tardemos décadas en mantener bajo control el coronavirus, pero antes podríamos conseguir un tratamiento, un fármaco, un medicamento que consiga apaciguar las consecuencias que ahora son tan graves. De hecho, está en nuestras manos ahora mismo reducir la mortalidad con las medidas que ya tenemos: distancia social, higiene y mascarillas.

La historia de la ciencia nos ha enseñado que una vacuna, por sí sola, no es suficiente para acabar con una enfermedad. Se necesita una sociedad concienciada, bien informada y dispuesta a tomarse en serio las medidas apropiadas, se requiere mano firme con los grupos radicales antivacunas que solo consiguen extender el virus y privarnos al resto de la inmunidad de grupo, y por supuesto, una adecuada logística que logre ofrecer tanto los futuros tratamientos o vacunas a todas las personas en cualquier rincón del planeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por La Redacción
Fuente: Javier Peláez
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