La situación en Haití se coloca sobre la mesa y es un tema que tenemos que encararlo con sensatez. Eso significa que debemos evitar politizarlo.
Es decir, que para esto es necesario controlar los apasionamientos y los prejuicios históricos.
Sólo el buen juicio debe guiar nuestro pensamiento y las acciones.
Y, además, la responsabilidad y el compromiso de actuar como un tema de Estado que trasciende los intereses sectoriales.
Y mucho menos dar paso a las actitudes personales.
Es un momento delicado de un vecino con quien tenemos que convivir en cercanía, con sus virtudes y sus dificultades.
Y justo para comprender esa realidad es que necesitamos que sea la sensatez que guíe nuestras acciones para ayudar a salir de esta coyuntura delicada.
Hay que seguir gritando hasta que la comunidad internacional, asociada en las Naciones Unidas, nos escuche y preste atención consistente a este tema regional.
Sobre todo para acompañar a Haití a encaminarse por el camino correcto para superar este bache.