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domingo 30 septiembre, 2018

Los primeros encuentros entre Oriente y Occidente en el desierto de China

Dunhuang, China.- La ciudad china de Dunhuang, a las puertas del desierto de Gobi, fue refugio para los viajeros que comerciaron entre Oriente y Occidente hace miles de años y lograron un intercambio cultural único que dejó su mayor huella en las cuevas de Mogao, una cápsula del tiempo de las Rutas de la Seda.

A los pies de dunas gigantescas, el lago de la Luna Creciente fue un fértil oasis que convirtió a Dunhuang, en el oeste, en uno de los principales puntos de paso de las Rutas de la Seda y parada obligatoria para los comerciantes tras largas travesías con sus camellos por tierras hostiles.

Las caravanas no solo traían exóticos productos de Oriente y Occidente, sino que también transmitieron ideas artísticas, culturales y religiosas que a día de hoy siguen presentes en las cuevas de Mogao -también conocidas como las de los Mil Budas-, declaradas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1987.

Después de que el monje Yue Zun tuviera una visión mística en el lugar, se excavaron entre los siglos IV y XIV unas 800 cuevas y santuarios en la montaña, de las que 492 están decoradas con pinturas al fresco.

Al poner un pie en las cuevas de Mogao, el visitante viaja a través del tiempo: miles de coloridos budas decoran las paredes de las grutas, junto a numerosas apsaras, ninfas acuáticas de la mitología hindú, que vuelan por los techos.

También destacan las imponentes esculturas, entre ellas un buda reclinado de 15 metros de la Dinastía Tang o el buda más alto de Mogao, de 35 metros.

Junto a las representaciones religiosas, también se puede ver el rastro de las Rutas de la Seda con pinturas de comerciantes o campesinos, o la combinación de elementos chinos y occidentales que reflejan la confluencia de diferentes civilizaciones en este enclave.

Sin embargo, el paso del tiempo ha dejado huella en estas grutas y su conservación es uno de los grandes retos actuales ante el creciente número de turistas -en 2017 las visitaron 9,1 millones de personas- y la propia naturaleza de las cuevas.

El subdirector de la Academia de Estudios de Dunhuang, Zhao Shengliang, explica que muchas pinturas ya se han empezado a digitalizar para que su belleza se pueda preservar para futuras generaciones, aunque sea virtualmente.

"La aplicación de la tecnología es clave para la conservación de las cuevas", explica Zhao durante la tercera exposición internacional de las Rutas de la Seda, que se celebra en Dunhuang para promover el estudio y la promoción de su cultura en todo el mundo.

Para mitigar el impacto del turismo en las cuevas, cada año solo se abren al público una veintena de ellas, y las que están cerradas se muestran a los visitantes a través de una película 4D antes de iniciar la visita.

"No podemos luchar contra la Naturaleza", comenta uno de los guías de las grutas, que asegura que incluso no se puede limpiar el polvo que cubre las esculturas para no dañar su pigmento.

Otro de los tesoros de Mogao es una biblioteca secreta con decenas de miles de manuscritos sobre la historia de China, Asia central y el budismo datados entre el siglo V y principios del VI.

Fueron descubiertos a principios del siglo XX por el monje Wang Yuanlu que, tras presiones de arqueólogos extranjeros como Aurel Stein y Paul Pelliot, vendió su hallazgo de un valor incalculable a un precio irrisorio.

Por eso, siglos después, los expertos chinos siguen denunciando el expolio de los tesoros chinos. "Miles de estas obras se encuentran ahora en museos de EEUU o Europa", critica Zhao.

"No tienen derecho a mantener estas reliquias en otros países", dice, y asegura que él mismo ha pedido a diplomáticos estadounidenses la devolución de estas reliquias a China.

Por La Redacción
Fuente: EFE