Cuando la corrupción se hace sistémica erradicarla se hace difícil y compleja.
Todos viven calculando sobre los bienes públicos, los negocios ilícitos y burlar las normas.
La realidad se convierte en un dilema para muchos. Por un lado, se habla de eliminar la corrupción, pero se resisten a limitar sus propias acciones.
Existe la tentación de querer replicar las actuaciones de sus antecesores, pero tienen el convencimiento de que podrán ocultar sus pecados.
Incluso, los gobiernos que emprenden esfuerzos en la dirección de higienizar la vida del país pueden irse quedando solos en sus empeños.
Necesitamos transformar la vida institucional y para esto hay que eliminar la corrupción y superar la burocracia.
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