La democracia dominicana ha abandonado buenas prácticas de antaño. Descartadas quizás atribuyéndoles vínculos con el pasado.
Una de ellas ha sido el convite, una hermosa práctica de trabajo solidario en las comunidades.
Sobre todo, en los campos era una magnífica manera de darse apoyo y de estrechar lazos sociales.
El convite incluso era un escenario perfecto de mantener vivos muchos de los cantos y décimas tradicionales del folklor dominicano.
Muchos de nuestros problemas económicos y sociales se han establecido en las zonas urbanas y la gente igual es requerida de ser ayudada e impulsada al progreso.
Sin embargo, la sociedad de hoy está orientada al individualismo extremo. Quizás el convite nos ayude.
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