La pregunta sobre quién mató al presidente Jovenel Moïse no es ociosa ni metafórica.
El devenir de los hechos, tras su asesinato, hacen pensar que su eliminación física no se trató de un clásico golpe de Estado motivado por algún grupo para alzarse con el poder en Haití.
Hay muchas interrogantes que dan pie a una teoría de conspiración.
La facilidad con que el comando que asesinó al presidente de Haití y la poca o ninguna resistencia que encontró en su camino da mucho que pensar.
La utilización de mercenarios, al parecer suramericanos y estadounidenses, no parece ser el método clásico de los golpistas haitianos.
El predominio de bandas criminales que tienen control de vastos territorios haitianos y su estrecha vinculación con actores políticos oficialistas y opositores obliga a ponerlos en la ecuación.
La facilidad con la que ese comando armado llegó a la residencia del presidente de Haití y el devenir de los acontecimientos tras el magnicidio deja muchas dudas sobre las razones de un crimen que luce ser fruto de un plan orquestado por mentes expertas.
Germina la duda de que si el magnicidio fue fruto de luchas de intereses económicos, pulseo de las bandas criminales, la acción de grupos opositores o si fue la combinación de todo.
También tiene mérito la pregunta si el asesinato de Moïse fue orquestado por haitianos o si provino del exterior.
Hay suficientes elementos para que florezca la teoría de la conspiración en este magnicidio horripilante.
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