Podría parece simple, pero el reciente estudio denominado “Reporte de la felicidad del mundo”, dado a conocer recientemente en la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, en la Casina Pío IV del Vaticano, por los editores John F. Helliwell, Richard Layard y Jeffrey D. Sachs, es digno de reflexión.
El estudio valúa las 156 naciones del planeta con mayor felicidad, y por ende, pasa balance a 19 países Latinoamericanos. La República Dominicana está en el grupo, ocupa el puesto 17 en la región y globalmente el 83.
El país más feliz en Latinoamérica es Costa Rica, seguido de México, Chile, Panamá, Brasil, Argentina, Guatemala, Uruguay, Colombia, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Perú, Honduras, República Dominicana, Venezuela y por último Haití.
Finlandia, ubicado al Noreste de Europa, es la nación más feliz del mundo y Burundi, en la región de los grandes Lagos en África, es el menos feliz, según el diagnostico.
Para llegar a esa clasificación, los evaluadores, toman en cuenta aspectos como la percepción de la corrupción, la calidad de vida, el PIB per cápita, expectativas de vida, generosidad y libertad para tomar decisiones, condiciones que mantenemos en el país con notas en altas y bajas.
En definitiva el “Reporte de la felicidad del mundo” nos sitúa como la tercera nación menos feliz, sólo superándonos Venezuela y Haití.
El dato es paradójico porque si algo nos caracteriza a los dominicanos es nuestra expresiva sonrisa, el salero de jovialidad, afabilidad y esa gran capacidad para replantearnos ante la vida, sin importar la adversidad.
No podemos renegar el cúmulo de dificultades y la gran deuda social pendiente que existe en el país, lo contrario sería caer en la necedad.
No obstante, el dominicanos está cambiando, y si es para avanzar es entendible, pero algo nos está robando su felicidad, y eso sí, que es inaceptable.
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