Doña Rosa Gómez formó una valiosa pareja con el presidente Hipólito Mejía.
Ambos crearon y levantaron una familia muy digna y útil para nuestro país.
Hijos de buena conducta y formación, hogareña y de escolaridad.
Hicieron esa hermosa obra aportando su propio ejemplo, como ciudadanos responsables, respetuosos y laboriosos.
Y como la mejor escuela para levantar una familia merecedora de consideración y aprecio.
Este miércoles el país le ha dado el último adiós a Doña Rosa, tras fallecer de un infarto justamente laborando en favor de la sociedad a la que sirvió con apego como esposa, madre y primera dama en el período 2000-2004, en que su esposo ocupó la Presidencia de la República.
Ella descansará en paz eterna. Y deseamos paz en los corazones de sus hijos, nietos y familiares para que se animen en la alegría de haberla tenido.
En especial al presidente Mejía, a quien no sólo le faltará su compañera de más de seis décadas, sino a quien con frecuencia le hacía un reproche amoroso para tranquilizarlo de su inquebrantable activismo.
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