Cuando el delito se hace común va perdiendo fuerza en el orden moral de la sociedad.
Y es obvio que cuando eso ocurre una buena parte de la gente no repara en meterse a acciones ilícitas.
Por eso la impunidad es peor que el crimen mismo, pues ella permite que muchos crean que pueden resolver sus faltas y que los riesgos de involucrarse en actividades criminales como el narcotráfico, lavado de dinero, sicariato, corrupción o tráfico de personas no traen consecuencias que no puedan resolver con ciertas influencias y las flexibilidades de nuestros sistemas de seguridad.
Esta tolerancia ha generado una expansión de las acciones criminales en la República Dominicana.
Y no será fácil recuperar el control.