Redacción.- El boxeador nicaragüense Alexander Mejía tiene uno de los nombres de combate más intimidantes del boxeo: "Popeye". Y suena más temible al ser anunciado antes de un combate.
Pero hay un detalle, 'Alex', como le dicen sus allegados, no tiene pegada. Aun así, siempre acude religiosamente al gimnasio, para cumplir su sueño de ser campeón del mundo.
"No, no, yo soy un boxeador abrumador. Mi trayectoria no es de nocaut, sino que soy un boxeador muy exigente, que viene de menos a más, de round a round va subiendo mi nivel de boxeo, y entonces ahí es donde gano por nocaut. No soy un boxeador que voy a ganar de un golpe", dijo a Efe.
Mejía fue campeón Fedelatin en 126 libras y cuarto de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en las 122 libras, su peso natural.
En su carrera acumula dieciocho victorias, siete por nocaut, todos técnicos. Sus tres derrotas fueron, una decisión dividida, una unánime que rechaza, y un nocaut no fulminante.
La única vez que Mejía le rindió honor a su alias fue en una cancha de tenis, cuando, siendo un niño 'pasabolas', defendió a su hermana Erlinda, y le rompió la nariz a un rival. Desde entonces lo llamaron 'Popeye'.
Su historial no atemoriza tanto como su pseudónimo, pero el de Mejía es un récord ganador. No le ha faltado abrir una lata con sus manos, ni sacar del cuadrilátero a un contrincante de un solo golpe, para ser exitoso.
"Soy un boxeador muy exigente, que va siempre encima, comienzo desde el primer round hasta terminar los 12 asaltos", dijo sin alarde.
Más que ser 'Popeye', Mejía es un boxeador que deja un buen sabor entre los espectadores, y uno no tan dulce a sus rivales.
Su verdadera ocupación
Algo tiene que ver la que considera su verdadera ocupación.
"Soy un vendedor ambulante, soy comerciante. Vendo jocote, coyolito, grosera y mango", dice en 'ráfaga', como cuando suelta sus mejores combinaciones sobre el cuadrilátero.
Según Mejía, sus clientes le llaman 'Chico ácido', por el tipo de frutas que vende, y con las que conquista el paladar de las mujeres embarazadas. También le llaman 'Vitamina', porque anuncia sus frutas según el nombre comercial de las vitaminas que contienen.
Si correr decenas de kilómetros diario, entrenar en el calor de Managua, y recibir golpes es duro, la vida es doblemente difícil para este hombre de 30 años que ha pasado más de la mitad de su vida vendiendo frutas ácidas en las calles de la ciudad, bajo sol o lluvia.
"Me levanto a las cuatro de la mañana. Mi primer trabajo es correr, después de correr me alisto para ir al mercado a comprar mis cosas y empacarlas. Trabajo viernes, sábado y domingo. Es un trabajo que mi papá me lo enseñó y he sabido caminar en la vida", explicó.
En un mes, Mejía tendrá una ganancia apenas por encima del costo de la canasta básica, equivalente a unos 480 dólares. En su mejor noche como boxeador, en la Navidad de 2017, 'Popeye' ganó 10.000 dólares.
Un título del mundo lo alejaría de su negocio, matizó.
"Este es un trabajo que siempre me ha gustado. Hay mucha gente que me dice que si soy boxeador para qué ando vendiendo, y yo les digo que es un trabajo que siempre me ha gustado, que lo llevo en la sangre", declaró.
Para él, "es una emoción ir a vender".
"Todo el mundo me conoce, me trata con amor, igual yo los trato con amor, porque la gente sabe el tipo de persona que soy", añadió.
Por una decisión que Mejía y su equipo consideran injusta, la Comisión Nicaragüense de Boxeo Profesional (Conibop) le vetó para pelear en su país. Pero esto tampoco detiene a quien creció sin su mamá y se "curtió" con el maltrato de su madrastra, según recordó.
Mejía confía en que, si se entrena siempre y sostiene su récord ganador, tendrá ofertas fuera de Nicaragua, y quizá la oportunidad de pelear por un título mundial.
Ahora disfruta de todo lo que le ha dado el boxeo, aparte de distintos viajes por el mundo que jamás imaginó.
"Me ha dado muchas cosas, como golpes en la vida, y una gran familia, porque ahí conocí a mi esposa, Irene Ivonne (Aguirre), que es también boxeadora, y tenemos dos angelitos, dos angelitos preciosos, y gracias a Dios me ha bendecido porque nunca me imaginé tener mi propia casa", concluyó.