El presidente Danilo Medina introdujo recientementes cambios y remociones en su gobierno.
Nuevos funcionarios ingresan, otros salen del círculo gubernamental, proceso que ha de ser regular, aunque ante los recientes movimientos algunas cosas salieron a relucir: la gente esperaba más y se sentaron precedentes.
El asunto es sencillo. La expectación de cambios es producto del cúmulo de ansias que por años ha guardo la población debido a que las gestiones de gobierno de PLD han demostrado que no son dadas a las sustituciones.
Si tomamos en cuenta el proceder debemos intuir que con estas remociones se intentó inyectar una especie de oxígeno como forma de airear el gobierno, con el único propósito de malear positivamente la imagen actual de la administración que ya avanza a su tercer año, en un segundo periodo.
Sin embargo, la designación de Andrés Boció Fortuna como cónsul en Anse-á-Pitre, Haití, y el nombramiento de Van Troy Suazo, como viceministro de la Juventud, aunque duró poco menos de 24 horas en el cargo, desató cuestionamientos al gobierno y produjo un sabor amargo en la población.
Entre los precedentes hay que citar la primicia de anunciar la emisión de decreto, cuyo efecto pudo haber sido positivo para el gobierno si lo hubiera manejado como burocráticamente se estipula.
Pero en adición, el morbo aumentó cuando el propio jefe de Estado admitió públicamente que firmó un decreto desconocido que el beneficiado (Van Troy Suazo) tenía un mes privado de libertad, descuido del que solo son responsables los colaboradores más cercanos al mandatario. Este es un ejemplo que no debe repetirse porque “el hombre más informado”, no necesariamente, tiene que saberlo todo.
La imagen del gobierno y la del presidente Danilo Medina, en este caso, deben cuidarse con igual celo.
Antes de hacer pública una disposición averígüenlo todo… por favor.
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